Albert Hofmann - Vida y legado de un químico humanista

 

Albert Hofmann, el bisabuelo lisérgico, el gran investigador que nos abrió un nuevo mundo gracias a su casual y feliz descubrimiento, nos dejó el 29 de abril del 2008 para emprender su último y definitivo viaje, pocos días después de cumplirse los sesenta y cinco años de su famoso paseo en bicicleta bajo los efectos de la LSD, el primer viaje de ácido de la historia.

A pesar de la vitalidad y lucidez que demostró cuando se convirtió en centenario, la pérdida de su mujer el pasado 20 de diciembre le dejó sin ganas de vivir después de haber compartido con ella casi setenta y cinco años. Fue un duro golpe, y ya la celebración de su 102º cumpleaños, el 11 de enero de 2008, no tuvo ningún sentido para él. Su salud estaba realmente deteriorada cuando anuló la comparecencia prevista para el World Psychedelic Forum, que tuvo lugar del 21 al 24 de marzo en Basilea sin la presencia de nuestro gran hombre.

Albert Hofmann nació el 11 de enero de 1906 en Baden, pequeña ciudad del cantón de Argovia, 25 kilómetros al noroeste de Zurich y famosa por sus aguas termales. Creció en una familia modesta, si bien nunca declaró haber pasado grandes dificultades en su infancia. Pudo estudiar química gracias a su padrino, que fue quien le pagó los estudios, ya que su familia no tenía dinero y quería que se dedicara a algún negocio. Cuando tenía diecinueve años le gustaban las humanidades (literatura, historia…), pero le interesaba estudiar la ciencia del mundo material para llegar conocer la esencia de la realidad.  Ese interés por saber de qué está compuesta la realidad es lo que le impulsó a dedicarse a la química.

En su investigación universitaria, el joven Albert logró la descomposición enzimática de la quitina mediante el jugo gástrico del caracol. Finalizada su formación con excelentes calificaciones, se incorporó al laboratorio de investigación químico-farmacéutica de los Laboratorios Sandoz, en Basilea, en la primavera de 1929. En sus primeros años en Sandoz se centró en la investigación de la planta escila, trabajo que concluyó en 1935. Deseando tener un nuevo campo de actividad, pidió permiso para retomar el trabajo sobre los alcaloides del cornezuelo del centeno que su jefe había iniciado en 1917. La ergotamina era ya un fármaco muy apreciado por su aplicación hemostática en los partos y como remedio contra la migraña, pero esos estudios se habían detenido. Stoll accedió a su petición, advirtiéndole que se encontraría con grandes dificultades porque los alcaloides del centeno son sustancias delicadas, de fácil descomposición e inestables. Comenta Hofmann: “Así quedó sellado el destino y tema principal de toda mi carrera profesional”.